Su papá no entiende qué pasó. Dice que Iván Ariel Llampa es un chico tranquilo, sumiso y que no sería capaz de abandona su casa. Pero desde hace más de tres meses no se sabe nada de él y ahora todos apuntan contra su grupo de compañeros. Ceferino Llampa es enfermero y presidente de una comunidad aborigen en Loma Blanca, departamento de La Quiaca, en la provincia de Jujuy. Viajó la semana pasada a Tucumán para ponerse en contacto con la fundación que preside Susana Trimarco. Está desesperado por encontrar a su hijo de 17 años y asegura que le cerraron todas las puertas, tanto en Argentina como en Bolivia, donde se encontraría el adolescente.
La mañana del 8 de diciembre Ariel salió junto a seis compañeros de la escuela donde cursa 4° año de la secundaria rumbo a la localidad boliviana de Agua Chica, a ocho kilómetros de distancia, donde se celebraba una fiesta patronal. Según contó Ceferino, el joven llegó a las 7, participó de la misa y después se pusieron a consumir bebidas alcohólicas.
El hombre cree que, una vez que Ariel se embriagó, los jóvenes que estaban con él le quitaron su teléfono celular y lo entregaron a un grupo de gente desconocida. "El hermano lo fue a buscar a las 11 de la mañana para traerlo a La Quiaca y ya no lo encontró por ningún lado. Esperamos hasta las 22, cuando dimos conocimiento a la Policía", afirmó Llampa a un diario jujeño.
Después de tanto tiempo, Ceferino está convencido de que a su hijo lo mataron o lo tienen cautivo en algún lugar. La última noticia que tuvieron de él data del 23 de diciembre. Ese día, el joven escribió en Facebook: "extraño a mi familia, llevo casi un mes en los que mis amigos me traicionaron y me vendieron como un objeto. Pido ayuda para volver con los que más amo" (sic). Después redactó un segundo mensaje en la red social. "Estoy esperando el día en que me puedan encontrar, ya que Isaac y Joel son los peores amigos que tuve", alertó.
Ceferino afirmó que ya envió notas solicitando que se agilice la búsqueda de Ariel al Consulado Argentino en Bolivia, al senador jujeño Gerardo Morales y al gobierno de Jujuy, entre otras autoridades. Pero siguen corriendo los días y la desesperación consume a la familia.